viernes, 24 de diciembre de 2010

De Ulises, sirenas y cantos solitarios

 Herbert James Draper | Ulysses and The Sirens | 1909


Leo a Augusto Monterroso:

La Sirena inconforme

Usó todas sus voces, todos sus registros; en cierta forma se extralimitó; quedó afónica quién sabe por cuánto tiempo.

Las otras pronto se dieron cuenta de que era poco lo que podían hacer, de que el aburridor y astuto Ulises había empleado una vez más su ingenio, y con cierto alivio se resignaron a dejarlo pasar.

Ésta no; ésta luchó hasta el fin, incluso después de que aquel hombre tan amado y deseado desapareció definitivamente.

Pero el tiempo es terco y pasa y todo vuelve.

Al regreso del héroe, cuando sus compañeras, aleccionadas por la experiencia, ni siquiera tratan de repetir sus vanas insinuaciones, sumisa, con la voz apagada, y persuadida de la inutilidad de su intento, sigue cantando.

Por su parte, más seguro de sí mismo, como quien había viajado tanto, esta vez Ulises se detuvo, desembarcó, le estrechó la mano, escuchó el canto solitario durante un tiempo según él más o menos discreto, y cuando lo consideró oportuno la poseyó ingeniosamente; poco después, de acuerdo con su costumbre, huyó.

De esta unión nació el fabuloso Hygrós, o sea “el Húmedo” en nuestro seco español, posteriormente proclamado patrón de las vírgenes solitarias, las pálidas prostitutas que las compañías navieras contratan para entretener a los pasajeros tímidos que en las noches deambulan por las cubiertas de sus vastos trasatlánticos, los pobres, los ricos, y otras causas perdidas.

Augusto Monterroso | La oveja negra y demás fábulas | 1969


Arthur Rackham | The Rhine Maidens | 1910


Y me pregunto cuántas sirenas llenaron las noches con sus desatados cantos melancólicos y, al fin, regresaron solitarias a sus cuevas. Y cuántos Ulises, ensordecidos por el oleaje, las buscaron y apenas pudieron oír leves quejidos, esmaltados de espumas, que se alejaban sin remedio de su barco. Y, de pura desesperación, se amarraron desolados al palo del navío.


 Edvard Munch | Lady from The Sea | 1896

Audio | 7mares
Otras sirenas | La cueva de la sirena

2 comentarios:

  1. Las sirenas dan mucho juego y mucho que hablar.
    Salu2

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  2. Es posible que sirenas y Ulises jamás se encuentren, que los cantos de sirenas se pierdan en la mar oceána y que cada cual siga su camino, sólo, abandonado, sin compañía. Deseándola.

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